Luna

La luna paseaba por su jardín estrellado,
mirándonos coqueta, mirándonos curiosa,
nosotros, acá abajo, a nuestra vez nos mirábamos a los ojos,
como queriendo descender al pozo de los deseos.

Pero siempre descendíamos y terminaban nuestros labios sellando lazos de eternidad.
De esa eternidad efímera que se muestra unos segundos y se oculta tras el velo de lo real, de lo cotidiano,
de ese camino que hemos de transitar calzados en nuestros propósitos y con el sombrero de nuestras ajadas ideas,
con el rostro surcado por los arados de los años y el devenir del impasible reloj.

Pero todas estas cuestiones nos parecían tontas preocupaciones esa noche,
mientras la luna paseaba,
coqueta y curiosa,
por su jardín estrellado.